martes, octubre 03, 2006


...la que busca donde mirar y posar sus ojos, la que siempre prefiere una mirada diferente, una mirada subjetiva y viva, que no se deja amedrentar por filtros de ningún tipo. Busco la belleza en los cuerpos y las intimidades, en sus placeres y sentimientos, en la pasión y en la fuerza...

Escuché a los marineros en sus barcos, abrí mi corazón necesitado y no me escucharon, temerosos de perder el camino de vuelta a sus seguridades. Se ataron con la cuerda del aburrimiento mientras la tentación incendiaba su sangre. Ahora dormitan en sus pobres casas, como naufragos en la playa de la vida.

Todos tenemos dentro un lado salvaje, primitivo, emocional, oculto, al que tenemos miedo. Es temor a perder el control, a no sabernos contener, a lanzarnos en pos del deseo más básico e instintivo, aquel que nos devuelve a los orígenes y convierte, de nuevo, a nuestros sentidos, en los reyes que nos gobiernan.

Miedo a que la vida fluya por las venas con el ritmo de un ser salvaje, sin la hipócrita patina de la civilización, sin las ataduras ancestrales de la moral o la cultura. Y miedo, también, a perdernos en sus laberintos de furia, a comprar un billete solo de ida y empezar un viaje sin retorno.

R. Kincaid