martes, septiembre 19, 2006

CASIOPEA ( por entregas)


Me costó mucho dar la vuelta para dejar tu jardín. Brillaban los rayos del sol en las nervaduras de las hojas; yo miraba extasiada los colores, los aromas, todo aquello que me era tan amado. Pero, ya había decidido pasar el umbral y adentrarme en otras aventuras, tocar otras montañas y atracar en otros puertos.

Sabes lo difícil que resulta esta despedida, sobretodo por mi parte. Por que a veces siento que vengo ya de vuelta y otras que soy tan nueva en el oficio de la vida que bien podría balbucear y seguir arrastrando mi historia.

Tanto me has mirado que me conoces mejor que mi percepción de la naturaleza. Tanto me has mirado que sabes que ahora si que no vuelvo, que ya decidí la huida, que esta vez es para siempre. Esa palabra tan larga, siempre, siempre está ahí. Porque nos vendieron la idea de lo eterno, si no a alcanzar en esta vida sí en la futura, llámese reencarnación, espera límbica, juicio final, cita con el destino o cómo sea que a cada uno le acomode. Vamos, que hasta el más agnóstico guarda la secreta esperanza de transformarse en pasto de una granja venidera; bichito pequeño...alimento...aire, lo que sea.

Contigo, vi esas guías de viajes; repasaba una y otra vez cada línea de las carreteras acariciándolas con todo mi cuerpo, disfrutando la sensualidad del plano tacto de las montañas que se avisaban, la frescura de las aguas, los bosques, los castillos y todo aquello que me hacía entonces vibrar. Y tú, bien sabes que eso no me era suficiente, por eso ahora, al partir no doy vuelta la cabeza, ni llevo mayor equipaje. Voy lenta, disfrutando la partida. Una oportuna lluvia ralenta mi caminar y moja mi cuerpo, las lágrimas se confunden mansamente con el agua, así, voy y no voy llorando; la lluvia es la despedida perfecta para los amantes, porque llora el cielo por nosotros y cabe siempre la posibilidad de un sol que avive un esperanzador arcoiris, que si no toca a reconciliación, por lo menos y ya es bastante, te da esa maravillosa sensación de seguir vivo.

Siento como tu mirada se detiene en cada una de las volutas de mi cuerpo. Siento tu aliento y tu olor me llega tras la cortina de lluvia, siento la proximidad lejana de tu casa y de tu protección. No puedo, me voy, no vuelvo. Lo siento, no puedo, no debo, no quiero.